Miquel Barceló llegó por primera vez a África en 1998. Entonces viajó acompañado de Javier Mariscal, con quien atravesó el desierto del Sáhara y llegó a Malí. Malí fue todo un descubrimiento para Barceló: le cautivó el viento, el río Níger y sobre todo la luz, siempre la luz de Malí, y los baobabs, los gigantescos baobabs.

Desde entonces el artista mallorquín suele vivir largas temporadas en el País Dogón, un lugar deiserto y mágico cuyo eje está dibujado, a lo largo de 150 kilómetros, por la majestuosa falla de Bandiágara, que se extiende hasta Burkina Faso. Allí creó Barceló un refugio a su medida y encontró en sus paisajes y sus gentes la inspiración para desarrollar su arte; aprendió técnicas milenarias de cerámica a través de una alfarera maliense, y a convivir con el polvo y las termitas que horadaban sus pinturas.

En África Barceló encontró algo más que un paisaje : una nueva manera de vivir y buenos amigos de la etnia dogón, de los que destaca su mirada, la mirada dogón.
*Imagen:
- Joven africana con falda violeta, Barceló, 2005.
- Miquel Barceló en su casa de Malí, fotografiado por Jean Marie del Moral.